Ella se dejaba acariciar, las gotas de sudor holía azahar
sus pechos blancos como la espuma del mar, el parecía
su sed nunca saciar, su mirada la invitaba a juguetear,
como los delfines se deslizan en el mar.
Sus manos suaves sigilosas sin césar, recorrían su cuerpo
como pluma en un cristal, sus labios tibios como un baño
termal, la estremecían deseando más y más su voz plasmada
susurraba ámame más.
El la tomaba en sus brazos, una vez más acariciando su
cabello con mucha suavidad, sus ojos brillan como dos
gotas de cristal, la noche era perfecta para amar, la luna
iluminaba la alcoba con su luz primaveral.
Las estrellas y el lucero mañanero anunciando que un
nuevo día amanecía él despertarse no quería, solo
durmiendo, el con ella sonaría....